Me entero, porque es domingo y es el el único día que me permito echar un vistazo a la prensa española desde este mi exilio, de la decisión de la Comisión Provincial de Patrimonio de Cádiz de paralizar las obras del edificio sito en Callejón de los Piratas, 1. Lo conozco porque tuve la ocasión de participar en la actividad arqueológica que se desarrolló en el mismo, para cumplir con la normativa vigente; doy fe de que dicha actividad se llevó a cabo con todo el rigor necesario. El resultado de la misma demostró que la construcción había sido afectada por la obra de la Catedral Nueva, proyecto que mutó el aspecto del Cádiz previo de manera notable, como es natural en una obra de tales dimensiones. Sucesivas reformas también habían dejado huella en el palimpsesto arquitectónico de la edificación, por lo que no se podría considerar, en lo que se refiere a las estructuras emergentes, que pertenezca a la época medieval del vecino barrio del Pópulo, que tan sólo guarda de esta época su trazado de callejuelas inserto en la muralla circundante. Pero dejando aparte estas consideraciones, vayamos a la decisión de la Comisión acerca de la fachada. Parece ser que la decoración de cenefas, en mi opinión un correcto adorno para el edificio originario en su fisonomía y estilo del siglo XVIII, no es del agrado de los expertos; según se afirma en la noticia del Diario de Cádiz (1), la explicación de la resolución es que no va con el entorno del anteriormente citado barrio medieval. Bueno, pues resulta que hay que respetar los añadidos históricos del edificio, aunque no se trate de un edificio burgués la decoración de cornisas existente debe mantenerse, sería un falso histórico devolver el edificio a su aspecto original privándolo de dichos adornos. ¿Qué el color no es el adecuado? También es algo que resulta arbitrario, pues otros edificios que mantuvieron la neutra apariencia de la cal, han sido ornados con los mismos tonos. Tan sólo es cuestión de pasear por el caserío gaditano para darse cuenta.
Por esa regla de tres, si hubiera existido la Comisión de Patrimonio cuando se proyectó la Casa del Almirante, en pleno corazón del barrio, esa fachada de mármoles italianos nunca hubiese llegado a completarse. Y si nos acercamos más en fechas, tampoco se debería haber autorizado, por la misma razón, aparte de otros factores concernientes a la importancia de los restos arqueológicos sobre los que se asienta, el proyecto de Campo Baeza en la trasera de la Casa del Obispo. Y mejor no hablar de la reforma efectuada en el Castillo de San Sebastián, con alteraciones significativas en los espacios existentes en un edificio considerado BIC, o en la Cárcel Vieja (cuya carpintería no se adecua a lo requerido en el casco histórico de Cádiz, que exige que sean de madera y no de aluminio); es el mismo caso en la rehabilitación del Hospital de la Misericordia, cuyo proyecto de conservación aún estoy esperando ver.
Por esa regla de tres, si hubiera existido la Comisión de Patrimonio cuando se proyectó la Casa del Almirante, en pleno corazón del barrio, esa fachada de mármoles italianos nunca hubiese llegado a completarse. Y si nos acercamos más en fechas, tampoco se debería haber autorizado, por la misma razón, aparte de otros factores concernientes a la importancia de los restos arqueológicos sobre los que se asienta, el proyecto de Campo Baeza en la trasera de la Casa del Obispo. Y mejor no hablar de la reforma efectuada en el Castillo de San Sebastián, con alteraciones significativas en los espacios existentes en un edificio considerado BIC, o en la Cárcel Vieja (cuya carpintería no se adecua a lo requerido en el casco histórico de Cádiz, que exige que sean de madera y no de aluminio); es el mismo caso en la rehabilitación del Hospital de la Misericordia, cuyo proyecto de conservación aún estoy esperando ver.
No es de recibo que, para los pocos proyectos que se realizan en Cádiz con gusto y con intención de mejorar el atractivo de la ciudad, con una inversión privada que ya quisiera tener disponible la administración para la gestión del Patrimonio Cultural, se pongan trabas desde los despachos y desde las reuniones de un grupo de expertos famosos por sus decisiones arbitrarias y controvertidas.
Al menos tengo el consuelo de la justificación que este tipo de noticias aportan a mi decisión de cambiar de aires y trabajar en Patrimonio Cultural allende las fronteras de mi país. En todos lados cuecen habas, como suele decirse, pero puedo asegurar que la lógica impera en el Reino Unido sobre todas las cosas, aparte de buenas inversiones cuando se trata de intervenciones que afectan el Patrimonio Cultural.
1. Fuente: Diario de Cádiz, 01/03/2015. Edición digital, disponible online en: http://www.diariodecadiz.es/cadiz/detail.php?id=1969339#opi
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