Leo las noticias sobre el futuro de la línea ferroviaria Sevilla-Llerena-Mérida y me pregunto si no hay nadie con un poco de conocimiento, sazonado con una pizca de imaginación y dos cucharadas de altura de miras, que se de cuenta de lo valiosa que podría ser esta línea férrea para el turismo cultural. Cierto que el coste de ciertas rutas de ferrocarril con bajas cifras de viajeros es elevado, pero siempre se puede variar la oferta para aumentar estos números. Se da por sentado que quienes viajan de Sevilla a Mérida pueden hacerlo por carretera, especialmente desde que se abrió la Autovía de la Plata, ya sea en coche o en autobús.
Esto no es nada nuevo: poco a poco se ha ido desmantelando la red de transportes ferroviarios buscando la rentabilidad frente a la utilidad pública, como sucedió en el Reino Unido con el gobierno de la recientemente fallecida Margaret Thatcher. La fiebre del AVE también ha cambiado el concepto de los trenes en este país, transformando lo que eran viajes interminables en trayectos 'de bolsillo' en los que apenas da tiempo de leer un libro. Pero, después de todo, ¿quién lee libros ya? En la era de los teléfonos inteligentes y los iPad hay que disponer de transportes igualmente veloces. El tiempo se inventó para ser estrujado todo lo posible, no para disfrutar de él, o al menos eso nos quieren hacer creer en esta era de prisas y ansiedad.
Sea cierto o no que todos nacemos ya con carné de conducir y utilitario a plazos, el concepto es sencillo: o coche o nada. Por supuesto que se puede estar más o menos de acuerdo con esta premisa, faltaría más, pero tras haber sido viajero frecuente de la línea Sevilla-Llerena-Mérida en los tiempos en los que era más pobre (paradójicamente más rico porque debía menos) pero sin duda más feliz, yo no puedo más que estar en contra.
Cada quince días recogía a mi hijo del colegio y tomábamos el tren en la estación de Santa Justa en dirección a Mérida. Aquellos trayectos de cerca de cinco horas son los momentos que guardo con más celo en mi memoria: mi pequeño se pasaba el viaje mirando por la ventana ensimismado, haciendo innumerables preguntas acerca de todo aquello que hacía vibrar su curiosidad infantil según recorríamos los kilómetros de 'camino de hierro' entre origen y destino. Lo que no sabía como responder daba lugar a una historia con la que estimular su imaginación plagada de referencias históricas, seres mitológicos y futuros improbables.
Cinco horas en tren podrían parecer una eternidad para los estándares ya mencionados, y sin duda lo son si tenemos en cuenta que se puede hacer el mismo trayecto por carretera en menos de dos horas, pero el viajero que aprecia el tren (insisto, no hablo del AVE) por sus características propias, aprendidas con la práctica entre andenes y revisores, busca otra cosa cuando se decide por este medio de transporte.
Sería un aliciente formidable que se transformara parte del convoy de vagones que hace el trayecto entre las antiguas Hispalis y Emerita Augusta en un tren turístico cultural. Estoy seguro acerca de la viabilidad de una oferta de este tipo, tanto entre turistas foráneos como población local. Incluir un vagón cafetería para poder hacer la merienda durante la primera parte del viaje proporcionaría toda una experiencia, pero no estoy hablando de un vagón cafetería con tazas de plástico, claro; un vagón restaurante clásico que diera meriendas y después, cerca del fin de trayecto, una copa; todo al estilo del Al-Andalus Express pero menos elitista.
Incluir charlas y/o conferencias acerca de la ruta que difundiera los valores del variado paisaje (y sus valores culturales) que puede contemplarse desde el tren sería todo un aliciente: Vega del Guadalquivir, dehesa y campiña de Sierra Norte, secanos de Llerena y Zafra, Tierra de Barros, Vega del Guadiana. (No voy a ir más allá de la unidad paisaje porque se presupone que ya sabemos todos lo que incluye este concepto desde el punto de vista del Patrimonio Cultural).
Al llegar a Mérida se podría optar por una visita nocturna de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de Augusto o por disfrutar de la variada oferta gastronómica. La pernocta estaría incluida en el precio de la oferta turístico-cultural para despertar al día siguiente y visitar el Museo Nacional de Arte Romano disfrutando de una jornada más en la ciudad, o bien volver a Sevilla en sentido inverso. No se, son ideas que se me ocurren así, sin pensar demasiado.
Lo que es evidente es que, en estos tiempos de redes virtuales y topología aplicada no deberíamos olvidar las posibilidades de las reales y tangibles, como no deberíamos apostar todo al beneficio económico frente al beneficio social de ciertos servicios que han forjado nuestra memoria. Lo triste es que si pretenden desmantelar el servicio nacional de salud sin remordimientos, no creo que se paren mucho a meditar acerca de trenes inter-regionales.
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