lunes, 29 de julio de 2013

Vuelta a los comienzos de la arqueología

Noto desde hace algún tiempo un turbio regusto por reivindicar la cara más popular de la arqueología, la de los aventureros, saqueadores de tumbas y coleccionistas de cacharros, frente a los esfuerzos denodados de los profesionales por cambiar los tópicos acerca de la disciplina. 

Pseudo-arqueólogos, por llamarlos de alguna manera, invaden competencias que, según la legislación vigente, están claramente acotadas y reguladas por la administración, la misma que hace la vista gorda ante la irrupción de estos advenedizos, practicantes de una forma burda de descubrir el pasado que creíamos olvidada. Se hacen más y más frecuentes, gracias a la democratización de la comunicación facilitada por el acceso libre a la red de redes, artículos de tema presuntamente arqueológico -que no son más que un remedo de la práctica habitual en el ambiente académico de publicar refritos de datos provenientes de fuentes clásicas, desprovistos de constatación a través de resultados de actividades arqueológicas, para proporcionar titulares sensacionalistas. Internet está lleno de webs en lo que se postula esta forma de conocimiento frente a lo establecido: de las teorías de los extraterrestres como dioses de la Antigüedad a las más peregrinas tesis acerca de ciudades y civilizaciones perdidas. Lo más grave es que, incluso los medios de comunicación tradicionales, dan pábulo a muchas de estas noticias. Espero que no pretendan luego que me solidarice con su causa frente al intrusismo profesional en el periodismo.

La televisión, no podía ser de otro modo, hace su parte también para sacar provecho del gusto popular por esta pseudo-arqueología: no he visto todavía ningún programa en el cual se muestre la realidad de la práctica científica de nuestra profesión, con algunas excepciones de producción anglosajona.

Mientras, desde los ambientes científicos y académicos se mantiene la impostura del conocimiento arqueológico como algo reservado a un pequeño círculo de iniciados, ajenos a todo lo que se mueve bajo las alturas de su torre de marfil. Están por encima del bien y del mal, así que estas cuestiones desprovistas de bagaje filosófico y erudito les resbalan como gotas de lluvia sobre un plástico.

Me pregunto porqué sigo trabajando dentro de la ley, cumpliendo con los reglamentos y las exigencias de la administración, cuando podría estar ejerciendo de pitero y beneficiándome de la indolencia general acerca de nuestro patrimonio arqueológico. Hace años tuve que aguantar que uno de estos sujetos, a la sazón reconocido artista plástico en galerías madrileñas para burgueses acomodados, me dijera que los arqueólogos no teníamos ni idea, que él tenía en casa una colección de objetos arqueológicos de gran valor; según este individuo, sólo había que saber buscar con una azadilla en el campo. Por San Harris que tuve que aguantarme las ganas de abrirle la cabeza allí mismo y tirarlo al pozo con una piedra al cuello. 

Lo peor es que, después de 15 años de práctica profesional, empiezo a pensar que tenía razón. Volveremos a la época del salacot y la comitiva de porteadores de color en busca de un lugar donde excavar para extraer tesoros, sólo que esta vez lo haremos pensando que sigue siendo ciencia.


miércoles, 24 de julio de 2013

Primeras impresiones sobre el anteproyecto de la ley de mecenazgo

El papel del Estado es correr riesgos y apostar por la cultura menos popular. 

Donald Sassoon




El anteproyecto de la ley de mecenazgo en Andalucía nace con una tara congénita, heredada del concepto de industria cultural que se ha manejado estos últimos años, cuyos síntomas son:

-La excesiva preocupación por atraer la inversión privada hacia la madeja de instituciones públicas que han controlado el cotarro hasta la fecha.

-Olvidar que el crecimiento del sector cultural en Andalucía se debe a la iniciativa de numerosos profesionales que, con proyectos personales/empresariales al margen de las corrientes oficialistas, contra todo pronóstico y a pesar del clientelismo patrocinado por la administración, han conseguido desarrollar actividades culturales de forma exitosa.

-Desconfianza injustificada hacia esta cultura que se mueve fuera de los cauces reglamentados y sin  motivaciones espurias, sobre todo desde el momento en el cual se produce un beneficio económico para los promotores de cualquier actividad que incluya el término 'cultural'.

-Excesiva tendencia a acaparar recursos económicos para sostener el engranaje administrativo de la gran variedad de institutos, centros, fundaciones, empresas públicas, etc., que existen como administración paralela, con no otro objetivo que el de mantener bajo control el tradicionalmente díscolo mundo de la cultura (ahora ya existe un cuadro de mandos debidamente instruidos por comisarios políticos al efecto que, desde sus púlpitos de rocalla dorada, defienden cualquier decisión de sus patrones so pena de caer en el ostracismo).

Dicho todo esto, es evidente que la futura ley parte desde un punto de partida erróneo: pensar que los que aquí no chupamos de la gran teta, nos chupamos el dedo a falta de pezón. Disfrazan de utilidad pública lo que no es más que inversión interesada. Lo más probable es que se produzca una polarización aún más acusada entre dos partes diferenciadas de la cultura andaluza: la que comulga con los intereses, presuntamente progresistas, del establishment y la que no se doblega ante el pensamiento único disfrazado de interés general. Si no me equivoco en mi pronóstico, los proyectos culturales de siempre seguirán recibiendo dádivas de la administración a través de estos nuevos mecanismos tributarios y fiscales; los proyectos culturales que realmente son de interés público, porque despiertan la conciencia de la sociedad andaluza y la hacen salir de su sopor galbanero, seguirán siendo minoritarios actos de locos iluminados y outsiders.

Para mi gusto, y barriendo para casa, sería mucho más adecuada una ley que fomentara el trabajo en el ámbito cultural con adecuados incentivos a las actividades desarrolladas por cualquiera de las disciplinas involucradas en el trabajo sobre Patrimonio Cultural y que beneficiaran directamente a los actores de las mismas; o lo que es lo mismo, y citando literalmente el anteproyecto a: las personas físicas o jurídicas que, con domicilio fiscal y, en su caso, social en el territorio de la Comunidad Autónoma de Andalucía, en nombre propio, de manera habitual y con ánimo de lucro se dedican a crear, editar, producir, reproducir, documentar, promocionar, difundir, comercializar y/o conservar, servicios o productos de contenido cultural.  

Todo lo que suponga colocar intermediarios entre el mecenas y el beneficiario final de su aportación a la cultura, de forma que se siga manteniendo el control político sobre la misma, me parece un retraso y un lastre para un sector que promete ser uno de los principales motores de la economía andaluza, en cohabitación con el turismo. Está bien que se controle el tema, más que nada para evitar prácticas irregulares como las que, tristemente a diario, vemos salir a relucir en tribunales y titulares de prensa. Ahora bien, de ahí a institucionalizar el mecenazgo, para que sirva de Atlas sustentador de la bóveda celeste que unos pocos disfrutan sobre sus cabezas, hay una gran diferencia. 

         




Enlace al anteproyecto de ley de mecenazgo:

http://www.juntadeandalucia.es/culturaydeporte/web/html/sites/consejeria/general/Galerias/Adjuntos/destacados/anteproyecto_ley_mecenazgo.pdf

viernes, 12 de julio de 2013

Patrimonio Ficción


La transformación es algo intrínseco a la vida. Debemos intervenir para conservar y muchas veces transformar, porque el monumento nunca es una cosa fija en sí mismo, mas se transforma en la trayectoria del tiempo.


Haroldo Gallo (1)



Como bien apunta la cita que prologa esta entrada, todo está sujeto a transformación, y más en este mundo vertiginosamente cambiante que hemos construido bajo el imperio de la velocidad y las prisas. El Patrimonio Cultural empieza a ser una idea, una serie de conceptos intangibles y sujetos a valoraciones renovada de continuo desde el conocimiento, frente a la tradicional concepción del mismo como materialidad inmutable e inseparable de su entorno físico. Esto parece provocado por la aceptación de una realidad insoslayable: al igual que los recursos naturales son finitos, el espacio sobre el cual hemos desarrollado las diferentes realidades culturales que conforman el mundo tal y como lo conocemos también está limitado por las dimensiones del planeta; parece una obviedad y un planteamiento basado en un futuro lejano, pero no estamos más que a una generación de empezar uno de los cambios más significativos de la historia de la Humanidad: las condiciones de vida en determinadas áreas geográficas van a cambiar hasta el extremo de forzar verdaderos movimientos migratorios en masa en busca de mejores condiciones para el asentamiento de la población. Puede parecer, repito, una visión catastrófica y exagerada teniendo en cuenta la capacidad de nuestra especie para adaptarse al medio, pero en las zonas costeras por ejemplo, dentro de 100 años, todo aquel que no tenga branquias de serie lo va a tener difícil para hacer una vida normal (2). 

Así, si admitimos que estos cambios son inevitables, tendremos que llegar a la conclusión de un futuro poco halagüeño para el Patrimonio Cultural material inmueble. Pongamos como ejemplo el de la ciudad de Venecia que, a pesar del Proyecto Moises, está condenada a ser devorada por las aguas. ¿Habría que organizar una operación de salvamento similar a la llevada a cabo con motivo de la construcción de la presa de Assuán? Muchas voces surgirán abanderando tal empresa para salvaguardar la ciudad de los canales, estoy seguro. Mientras, en otras partes del mundo menos reconocidas y valoradas, los océanos engullirán la obra del hombre sin que nadie repare en ello. Uno de los factores que influirán en este hecho, sin duda, será que la preocupación principal de los habitantes de estas áreas estará en la mera supervivencia. Nada nuevo bajo el sol: la historia está repleta de hechos similares que llevaron al colapso de civilizaciones enteras y que nos han proporcionado excitantes descubrimientos arqueológicos bajo la selva otrora impenetrable. El problema en este caso es que, con una población mundial en aumento exponencial, al igual que habrá que plantear alternativas al consumo irresponsable para disponer de alimentos y agua potable para todos, tendremos que aceptar que la prioridad es encontrar zonas para reubicar a los desplazados por el cambio climático sin problemas añadidos. 

Será momento de plantear desde la contemporaneidad una iniciativa para salvaguardar el Patrimonio Material inmueble que, dadas las tendencias más actuales, pasará por documentar en formatos aún no inventados todo aquello que sea susceptible de valoración. El Patrimonio Material se convertirá en  inmaterial por definición, en una paradójica cópula inversa entre pensamiento y obra. Claro que la percepción de lo material también será objeto de constante revisión con los avances tecnológicos que nos aguardan; quizás la contemporaneidad del futuro ni siquiera encuentre diferencia entre la experiencia por los sentidos nativos del ser humano y los adquiridos por medio de la ciencia.  Al fin y al cabo, es la quimera que siempre hemos perseguido como especie, liberarnos de las ataduras de lo físico y ser todo espíritu, aunque para ello tengamos que renunciar a lo que nos hace humanos: la apreciación de nuestro entorno a través de los sentidos y su procesamiento por la razón y el intelecto. 



(1) GALLO, H.:  Patrimonio, autenticidad e identidad. Actas del X Congreso Internacional CICOP 2010 - Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación. Perspectivas contemporáneas y nuevas dimensiones del patrimonio. Chile, 2010. [Recurso en línea] Disponible en: http://www.todopatrimonio.com/pdf/cicop2010/23_Actas_Cicop2010.pdf

(2) Un estudio realizado por el experto alemán Stefan Rahmstorf  estima que en el próximo siglo el rango de subida del nivel del mar oscilará entre los 75 y 190 centímetros. Para llegar a tal conclusión se basa en el aumento del nivel del mar y la temperatura del planeta, observando lo ocurrido en el pasado. Artículo publicado en la revista Nature. 6 de Abril de 2010 (doi:10.1038/climate.2010.29) [Recurso en línea] Disponible en:  http://www.nature.com/climate/2010/1004/pdf/climate.2010.29.pdf

jueves, 11 de julio de 2013

Guerras civiles y destrucción del Patrimonio Cultural

Me resisto a denunciar la destrucción del Patrimonio Cultural en Siria por las partes en conflicto. No es que no sea preocupante, es que considero que, mientras estén perdiéndose vidas en una guerra civil, no es de recibo que andemos protestando por pérdidas materiales, por mucho que estas sean Patrimonio de la Humanidad. 

Al hilo de esto me viene a la memoria una anécdota que me contaron de nuestra guerra civil: sitiada Madrid por las tropas nacionales, llegó a la ciudad una misión de una asociación protectora de animales británica preguntando por los animales domésticos, preocupados como estaban del destino de mininos y canes en tan violenta circunstancia. Dicen que La Pasionaria les respondió que ya no había animales domésticos que salvar, que ya se los habían comido.

Con esto creo que queda clara mi opinión sobre cuál debería ser la principal preocupación de la comunidad internacional, y más concretamente de los que se consideran especialistas en Patrimonio Cultural, no otra que el destino de la población siria. Otro tanto podría aplicarse en el caso de la más que probable contienda bélica que se cierne sobre Egipto.