lunes, 23 de septiembre de 2013

Sobre el Encuentro Internacional de Arquitectura Contemporánea en Ciudades Históricas

Clausurado el encuentro es hora de hacer balance, más que nada para determinar si el temor que expresé en la entrada anterior acerca de la intención del evento estaba fundamentado o no. Desde luego, tras la inauguración del encuentro, quedó reforzada la idea del mismo como instrumento publicitario del ayuntamiento; quedó claro el posicionamiento ideológico del consistorio sobre lo que significa que te incluyan monumentos en la lista de Patrimonio Mundial: adornar el escaparate de una ciudad que, como bien señalaría Pedro Salmerón en su intervención, tiene pendiente la asignatura de mirar la ciudad desde otros puntos geográficos y no sólo desde el centro histórico. Es sabido que Sevilla, a partir de su expansión urbanística fuera del recinto amurallado y sin contar con los arrabales históricos, ha seguido una deriva poco recomendable para cualquier ciudad: la planificación de su trazado urbano se ha producido sin reflexión, a golpe de estímulos, la mayoría económicos, que fomentaban la construcción de nuevos barrios. Cierto es también que hubo excepciones en las que se llevaron a cabo desarrollos urbanísticos con acierto, pero estos pronto quedaron sólo como referencia para posteriores expansiones desordenadas sobre el territorio circundante, volviendo a imperar el caos sobre la planificación.


Un ejemplo de lo dicho: el crecimiento de la ciudad hacia el noreste, a partir del antiguo casco histórico. Si alguien me explica a qué proceso planificado de urbanismo responde, lo agradecería, porque para mi es un caso claro de rellenado de espacios sin más.


El problema es que, metidos en el siglo XXI, seguimos sufriendo los problemas derivados de esta ausencia de planificación, sin que parezca existir un ánimo claro de ir subsanando las deficiencias de un sistema urbano heredado. Como bien se ha visto en el encuentro, hay diferentes formas de afrontar el problema, siendo la vía de la regeneración del espacio urbano la idónea para el caso de la capital hispalense, acompañada de políticas de mejora de las áreas consideradas residuales o secundarias: accesos, río, periferia, etc. Por desgracia, cuando Pedro Salmerón desgranaba ante la audiencia del encuentro su visión sobre cómo debería ser el futuro de Sevilla, el alcalde no se encontraba presente, persiguiendo la inclusión de Torre del Oro y Plaza de España en la lista de Patrimonio Mundial en lugar de plantearse un punto de inflexión necesario: la mirada integral al fenómeno urbano local. El regidor que pasará a la historia será aquel que haga de Sevilla una ciudad para que el colectivo de sus habitantes, y no sólo unos pocos privilegiados, pueda disfrutar de calidad de vida. 

No pude evitar cierto sonrojo cuando escuché decir que Sevilla era una de las grandes capitales europeas. Se que tiene la potencialidad de serlo, pero estamos muy lejos de poder afirmar tan cosa. Ver la presentación que sobre Amsterdam hizo Esther Agricola, directora de la Monuments & Archaeology Office de la ciudad, y envidiar el adelanto que nos llevan respecto al tema, fue todo uno. 

En definitiva, acudir al encuentro ha sido enriquecedor: he podido conocer otras formas de entender la problemática que se suele derivar de la coexistencia de lo heredado con lo contemporáneo, unas más afortunadas que otras. Por desgracia, a pesar de su presencia por alusiones, faltaron las aportaciones de los colectivos sociales que defienden el Patrimonio Cultural de la ciudad. Perder esta oportunidad para el diálogo es una muestra de soberbia que nos aleja del carácter democrático que debería tener esta sociedad. Sin la participación ciudadana no puede haber un resultado consensuado, lo que llevará a más conflictos.

Como conclusión he de aceptar que ninguna de las ciudades que he visitado por Europa son bonitas de principio a fin: todas tienen áreas deprimidas y deprimentes, pero no puedo olvidar mi chovinismo sevillita y no afirmar que estoy seguro de  las posibilidades de la ciudad para mejorar de forma ostensible. Lo que espero es que no nos quedemos en el disfraz estético, muy del barroco efímero local, y vayamos a transformar las causas de los problemas, no sólo los efectos.



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