lunes, 16 de diciembre de 2013

La Grande Bellezza

Sorrentino ha conseguido recuperar algo del espíritu de la Roma de La Dolce Vita en esta cinta de preciosista fotografía y excelente reparto, aquel espíritu de bacanal clásica en el disfrute de la vida pero sin ninguna concesión a la ciudad que se mueve en la miseria tras las bambalinas. El neorrealismo cinematográfico parece haber sido un mal sueño, consecuencia de un atracón pasajero de fascismo, guerra y desigualdad social secular. Es hora de la cinematografía de la fantasía. 

Sorrentino, no se sabe si de forma consciente, ha retratado a la sociedad pudiente de la Europa del sur, la misma que sigue disfrutando de los placeres de la vida a pesar de la crisis económica, esa casta inmortal de vividores que nunca desaparece por muchas revoluciones que vengan. Pero es que no puede ser de otro modo en una vieja Europa que vive de su pasado esplendor. Las ciudades de lo meridional del viejo continente necesitan de esta clase para ser plenamente apreciadas en su belleza, aunque sea a través de su uso como escenario de un modo de vida superficial. El protagonista, Gep Gambardella, es un escritor de elegantes maneras y vida disipada que no encuentra un momento para volver a ponerse a escribir. Su primera y única novela, publicada a los 20 años, es la llave que le abre la puerta al mundo del placer de disfrutar de la belleza de la ciudad eterna desde una óptica sensible, a pesar de las fiestas orgiásticas y el resto de la vida social a la que se debe para seguir siendo un habitante privilegiado de la ciudad del Tíber.

Una película para disfrutar en versión original, en pantalla grande. 

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