sábado, 25 de mayo de 2013

Aquellos descampados de mi infancia


Ayer volví a disfrutar del documental de Alberto Esteban sobre uno de los iconos de mi memoria de infancia: el Teatro Chino de Manolita Chen. Aquella carpa que se montaba en ferias de toda España es, sin duda, una parte imprescindible de la cultura popular del siglo XX. Y digo popular con sus dos significados más comunes, tanto por ser un espectáculo accesible a todas las clases sociales como por su repercusión y alcance como manifestación artística, sólo comparable en su raíces históricas al vilipendiado actualmente arte de la Tauromaquia.

El teatro de variedades o frívolo, como también se denomina este tipo de manifestación artística, tiene su origen diluido en la niebla de la historia. Es más que probable que este tipo de espectáculo, con sus variaciones lógicas a través del tiempo, se remonte a la Antigüedad pues no sólo de sesudas reflexiones y mensajes vive la dramaturgia. El teatro es un espectáculo antes que nada, una forma de entretenimiento para las masas que con el paso del tiempo ha ido disgregándose en diferentes categorías,  basada la taxonomía en los tipos de público objetivo. El teatro de variedades, que en ambientes pretendidamente cultos se asocia de forma pretenciosa con el cabaret, es uno más de los tesoros culturales que hemos dejado perecer en este país, al igual que ha sucedido con las salas de cine históricas (en origen teatros muchas de ellas) o los numerosos circos que compartían descampados con el Teatro Chino de Manolita Chen. No se si la razón ha sido la europeización forzada a la que nos han sometido bajo los dictados de la modernización y equiparación con el resto de los países de la comunidad, equivocadamente en mi opinión pues se partió de un complejo de inferioridad que no tenía base alguna. He vivido en otros países europeos y puedo afirmar que en muchos aspectos están más atrasados que España y Portugal juntos.

Aquellos descampados, frontera entre campo y ciudad, tierra de nadie, escombreras y zona de juegos para quienes tuvimos la suerte de poder disfrutar de la calle durante la infancia, fueron engullidos por el afán urbanizador de los ayuntamientos que los entregaba al mejor postor para construir nuevos edificios. Recuerdo haber visto el Teatro de Manolita Chen en el descampado que había junto a Palmete mucho antes de que existiera la SE-30, probablemente sería uno de los últimos años que estuvo en activo.

Nunca pude disfrutar en directo de la magia portátil de estos teatros itinerantes, pero gracias al trabajo de Juan José Montijano Ruiz puedo saber más de ese mundo perdido de lentejuelas y cuplés picantes. Si os interesa el tema podéis acudir a su blog para saber más y poder conseguir alguno de sus notables trabajos sobre el teatro frívolo.

http://www.manolitachen.blogspot.com.es

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