miércoles, 8 de mayo de 2013

El "legado" del Bicentenario







Vamos a ver: ni una cosa ni otra. Primero de todo habría que recordar que lo que se ha ejecutado para el Bicentenario se ha pagado con el bolsillo de todos/as, independientemente de que la gestión del evento haya sido más que cuestionable por mucho que se empeñen en venderlo como un éxito. La verdadera protagonista de la efemérides, no otra que la ciudad de Cádiz y entendiendo ésta como colectivo social, ha sido simplemente utilizada como relleno para figuración. Los ciudadanos han padecido los inconvenientes de numerosas obras que no han significado una mejora sustancial de la habitabilidad de la ciudad ni han traído un beneficio socioeconómico notable, salvo para los avispados que ha supieron arrimar el ascua hacía lo propio.

No niego que una empresa privada pueda hacerse cargo de la gestión de los sitios relacionados con el Bicentenario (unos más acertadamente escogidos que otros, para ser sinceros), pero la iniciativa empresarial tiene como objetivo principal la obtención de beneficios y dudo que, con la que está cayendo, esté garantizada siquiera la sostenibilidad del proyecto.

Una fundación sería, mayormente, la continuidad del órgano creado para la celebración, una oficina de empleo para allegados del poder local y demás ralea de aspirantes a "cargos digitales", un "urdangarinazo" para que nos entendamos todos.

Líbreme de querer imponer puntos de vista, esto es una opinión, pero creo que se impone dejar participar a la sociedad de su Patrimonio Cultural. La tan criticada ocupación de Valcárcel puede dar una pista acerca de hacia dónde debería evolucionar el sistema. La autogestión basada en la implicación de la ciudadanía supondría un avance significativo en la democratización de lo que hasta ahora ha sido la política cultural en Andalucía.

Los edificios vacíos y sin uso terminan por perder su relación con los ciudadanos, se convierten en contenedores sin contenido, en piezas aisladas dentro de un sistema urbano vivo y cambiante. La única manera de evitarlo es hacerlos útiles a las demandas de los colectivo sociales. No perdemos nada con probar algo nuevo. Es a lo que se llama progreso.

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