miércoles, 15 de mayo de 2013

Arqueología, mon amour...

Gran revuelo con la pirámide Maya de Belize*. No recuerdo tanto aspaviento cuando estas cosas sucedían a diario en nuestras ciudades y pueblos, en los entornos urbano y rural indistintamente, siguiendo los dictados del interés general y el mal entendido progreso.

Lo 'mejor' de todo es que empieza a extenderse la teoría según la cual los arqueólogos somos los responsables de no haber sabido comunicar la importancia de nuestra disciplina a la sociedad. Se supone que deberíamos haber hecho más a pesar de estar condicionados por la censura y la política de las delegaciones provinciales de Cultura, la inaccesibilidad de la mayoría de las intervenciones preventivas con la excusa de las normas de seguridad en obra, la inexistencia de la obligatoriedad a los promotores de sufragar los gastos de pos-excavación, por no hablar del desinterés de la 'arqueología académica' para con la 'arqueología comercial' (considerada como una actividad de rango inferior a aquella realizada con subvenciones/fondos públicos desde grupos de investigación), etc., etc,... 

No se puede generalizar, por supuesto. Existen siempre excepciones honrosas, como la mayoría de profesionales que han terminado teniendo que dejar la práctica de la disciplina porque nadie los contrataba al ser 'conflictivos', como las empresas que apenas sobreviven hoy día porque ha antepuesto la ética al beneficio; como los emprendedores que apostaron por el patrimonio arqueológico invirtiendo grandes sumas para gestionar adecuadamente este recurso capital y que sólo se encuentran trabas desde las administraciones e incluso rechazo social por sacar "beneficio" de la cultura (nadie piensa en los puestos de trabajo que generan) a pesar de que nadie se pueda hacer rico con ella (al menos de forma legal).

En fin, que parece que se perfila una caza de brujas para exorcizar los demonios de los excesos pasados y tenemos todas las papeletas para ser las cabezas de turco. Los arquitectos no van a catar porque para eso tienen un colegio profesional medio respetable y un corporativismo que, sin llegar a igualar el de los médicos, no se queda atrás al defender la profesión como algo colectivo frente a lo individual. Tampoco las constructoras y promotoras, pobrecitas, que ya tienen bastante con la crisis del sector.

De todo esto surgirá una nueva conciencia en la que lo importante será la tecnología punta**, que haya atractivas webs y aplicaciones para smartphones en las que se difunda el patrimonio arqueológico, una nueva sensibilidad que permita la contemplación de restos arqueológicos integrados en brillantes ejemplos de arquitectura contemporánea; una virtualización de la arqueología que llevará la disciplina por los caminos de la metafísica y la teoría del método, alejando la realidad material del bonito mundo de las ideas. El 'paraíso' de los 'doctores liendre' que abundan en la disciplina y que sólo han visto una secuencia estratigráfica en dibujos o fotos. La arqueología de campo terminará, y eso siendo optimistas, siendo una actividad más dentro del proceso de desarrollo urbano y de infraestructuras que trae el 'progreso'.


*La demolición de una pirámide en Belice indigna a los arqueólogos

**Las nuevas tecnologías revolucionan la arqueología

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